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miércoles, 6 de junio de 2012

Abominando que es gerundio. El vilipendio (III)



"En este mundo tiene que haber de todo". La sabiduría de las abuelas en conjunción con el refranero popular nos ofrece miles de explicaciones a la cotidianidad que nos acongoja. Y en efecto, nuestra gran orbe es un lugar donde moran las más variopintas especies. El mundo es multicolor, multiforme, multiusos, policromado, polifónico y Poli Díaz.
Y al hilo de éste último quisiera hacer recaer la atención del lector sobre algunos sujetos que deambulan por esos depósitos de cemento y ladrillo que son nuestras ciudades. En la meseta manchega, de la que es oriundo un servidor de ustedes, los hay por doquier, inundan en piaras las calles, los bares de tapas y los antros lúdiconocturnos. Suelen (no todos) caracterizarse por un hirsutismo descompensado que deja el frontispicio de la testa a medio poblar, mientras hiperpuebla el resto de su anatomía en una vorágine vellosa. Exhiben un gesto animalizado adornando un rostro ya de por sí difícil. Para definir su vestimenta inventaremos aquí, con el permiso de ustedes, un neologismo híbrido: agrocool, algo así como alta costura postmoderna, rural y bucólica. Quizá una camisa de seda y unos mocasines con calcetín blanco, a lo mejor algo de pana, como el tío Basilio, ése que tiene tierras y cuartos, vestido de domingo por un becario de Gaultier. Puede que, incluso, osen engalanar su faz con alguna suerte de zarcillo o esas excentricidades neocomtemporáneas llamadas piercings, quizá por la única razón de que en su mocedad escuchaban a Obús.
Pero el rasgo más distintivo no es apreciable de un solo vistazo, ni todos los especímenes cumplen las máximas estéticas arriba detalladas. Lo que realmente determina a estos interfectos es una cuestión actitudinal. Tienen los modales y el proceder de un orangután frustrado. Son aquellos que desde la ventanilla de su carruaje profieren lindezas vituperantes haciendo gala de una absoluta carencia de ingenio y mordacidad, para después carcajear sonoramente sus propias ocurrencias arropados por los rebuznos del resto de la recua. Son ésos que en los discopubs y locales festivos olisquean ávidamente a la concurrencia, codo en barra y bebedizo en mano, en busca de género hembra potencialmente fecundable, no dejando ni un segundo de profanar con la mirada escotes, corvas y curcusillas, ni escatimando tampoco en patanes conatos de piropo.
Ellos, sus grotescas personas y sus infames modos son ominosos, abominables y execrables.

-Ominoso,a
Abominable, despreciable, de mal agüero, azaroso, vitando.


-Abominable
.Que merece ser condenado o aborrecido.
.Se aplica a la cosa que es de mal gusto y pésima calidad.

-Execrable
Digno de condena. Repugnante, detestable.

Ominoso y abominable comparten su raíz, del latín omen, omínis: augurio, presagio, en especial funesto y de connotaciones negativas. Execrable viene de execrar que deriva del latin exsecrari: sacar de lo sagrado o respetable, abominar de algo, cuya raíz sacer, sacra, sacrum es común a palabras como sagrado, sacristán, sacerdote o sacrificio.

Así pues, bienamados lectores y lectoras, sobre todo lectoras, si se cruzan con alguno de estos infraseres y son ustedes agraciadas con uno de sus graznidos procopulatorios, pueden ustedes, con toda la gracia y elegancia, espetarles un: "caballero, es usted un ser ominoso".

martes, 3 de abril de 2012

El vilipendio (II)



El carácter hispánico, la idiosincrasia de los habitantes de ésta nuestra piel de toro, es un carácter apasionado, entrañable (en cuanto a las entrañas se refiere), festivo, aparatoso, a veces irascible y exultante en sus formas.
Somos muy del gusto de vociferar agriamente cuando alguien nos contraría. Especialmente en lo que al tráfico rodado se refiere. Cuando, por ejemplo, circulamos en nuestro vehículo a motor y otro conductor omite la preferencia de paso y se nos cuela por delante obligándonos a frenar, el acto instintivo es sacar la cabeza furibundos y tocar con insistencia el claxon, acompañando todo ésto con una poco honrosa mención a la madre del interpelado. Dicha mención se hace para llamar la atención del otro conductor sobre la felonía que acaba de cometer. Pero hay otras denominaciones para estos malvados que dejan intacto el honor de sus madres. Por ejemplo:

-Malandrín

Malvado, perverso, con malas intenciones.

Al parecer, la etimología exacta de este vocablo remite al corazón del roble, la parte central del tronco de éste, en el italiano malandrino. Malandrinos eran también los afectados por la malandria o malandra, una especie de lepra o sarna común a humanos y jumentos. Así, los malandrinos, apartados de la sociedad, infravivían dedicándose al bandidaje, al salteo de caminos, hurto al descuido y bellaquerías del estilo.

Y por si ésta suena poco zahiriente, ofrecemos algunos sinónimos:

Bellaco (ojo, no es superlativo de bello).
Bribón.
Granuja.
Villano.
Pillo.
Bergante (ésta nos gusta especialmente).

Ya saben, si se cruzan con algún bergante al volante, de ésos que creen que el precio y la ostentosidad de sus coches son el único criterio para establecer la preferencia de paso, háganselo saber. Ya sea con alguno de estos elegantes denuestos o ya sea enseñándole el dedo corazón erguido hacia las alturas.

Sean buenos y cedan el paso.

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Por cierto:

-Jumento

Pollino, asno, burro.

(Tampoco es mal apelativo, pardiez).

martes, 20 de marzo de 2012

El diminutivo melindroso


Amigas y amigos, en ocasiones la realidad es cruel, cruda, ominosa y execrable. La sola visión de la coyuntura que nos circunda (y a veces circuncida) es motivo suficiente para arrancarse a vomitar por bulerías. Vinimos al mundo llorando, y por algo sería.

Pero no por horrenda y abyecta hemos de esconderla, taparla con un grueso manto de terciopelo brillante, en estéril propósito de ocultar la fealdad intrínseca a la existencia. Como si las heces dejaran de apestar pintándolas de rosa.

En ese sentido, el recato, las convenciones sociales y las señoras mayores han propiciado un fenómeno del lenguaje que busca precisamente eso: velar la naturaleza gosera de algunos vocablos. Enmascarar de alguna forma la incomodidad de referirse a ciertos conceptos que el pudor impide nombrar a boca llena. Convertir algunas palabras embarazosas, por su significado, en otras "palabritas" aptas para menores, lo que hemos convenido en llamar el diminutivo melindroso.

La formación del diminutivo melindroso se basa casi siempre en un principio fundamental: "La i lo hace todo más pequeño", y en algunas técnicas de perífrasis como la repetición de sílabas. Veamos:

Quizá el paradigma de todo esto sea la voz pipí, en sustitución de la onomatopéyica (y también bastante melíflua) pis, que ya en sí es reducción del vocablo orín (u orina). En contraposición surge popó, que sigue la estructura de repetición y usa la o como opuesta de la i en cuanto a peso específico, recalcando la idea de que el orín es más liviano que la hez, como denotan las denominaciones aguas menores y aguas mayores para referirse a ambas necesidades fisiológicas. Y ya que estamos en este jardín escatológico hemos de recordar el diminutivo pun para referirse a las ventosidades o pedos, que si bien no cumple la "máxima de la i" si que cumple la función de disminución de grosería, e incluso de una hilaridad muy celebrada sobre todo en infantes. De vuelta al tema de la i y la reincidencia silábica no podemos olvidarnos de chichi para nombrar al templo femenino, que por otro lado se gasta también un buen número de sinónimos y eufemismos.

Mención aparte merecería la expresión "echar un kiki" ("quiqui" se lee raro ¿no?), referida al contacto carnal y sudoroso. Aquí pudiera parecer un diminutivo melindroso pero en realidad es una adopción lingüística del sajón quickie, que en su origen vendría a significar uno "rapidito", de ésos de aquítepillopimpampumhastaluego.

Hay otros casos en los que la repetición de la i se continúa hasta el absurdo y lo risible, dando lugar a vocablos trasnochados y algo ridículos, como lo es llamar pilinguis a las prostitutas, o ir piripi en lugar de ir borracho (parece aquí que incluso el grado de alcohol en sangre es menor si se usa la triple i). Y obviamente no podríamos dejar pasar una de nuestras predilectas, gilipichis (¡cuádruple i!), sinónimo atenuado de la muy sonorísima gilipollas, cuyo origen esclarecimos aquí.

En otras ocasiones la i no actúa por reiteración, sino colándose en los finales de las palabras y suavizando sus formas cual braga-faja. Tal es el caso de jolín sustituyendo a joder, y su plural jolines (hostiabilísima expresión, si se me permite). E idéntico el caso de mecachis, dulcificación del estruendoso mecagüen (me cago en). Y aquí nos gustaría hacer notar la versatilidad de dicha locución, ya que uno puede cagarse en Dios, la Virgen, el Copón Bendito, el santoral completo, los progenitores de alguien, la puta, la hostia puta, la mar salada, los mengues y, en fin, uno puede cagarse en todo.

Y por último, con un pie dentro de esta última categoría encontraríamos la voz pompis, que suponemos derivará de pompa usado eufemísticamente para hablar del culo, lugar proceloso donde los hubiere, ya sea por sus estridencias o por las querencias que suscita.

En fin, amadísimos y amantísmos lectores y lectoras, hurguen y escarben por su cuenta y hallarán nuevos ejemplos y modos de formarse del diminutivo melindroso. Pero cuidado, obsérvenlo, como a un orangután con un tenedor, sin acercarse demasiado. Los rancios modos y la elegancia en el verbo nada tienen que ver con la gazmoñería.

viernes, 9 de marzo de 2012

La profesional de lo lúbrico




Querida concurrencia, que el castellano es una lengua vasta en voces y acepciones es algo que constatamos a diario. Nos atrevemos a proclamar desde éste nuestro púlpito (nótese la tilde que lo diferencia de la cría de cefalópodo) que el castellano tiene todas las herramientas necesarias para verbalizar cualquier concepto, ya sea mediante términos simples o expresiones compuestas. Pero, oh amigos (aquí alzo mi puño en alto, agarro mi pecho con la otra mano y mis ojos se perlan de lágrimas de intensa emoción) donde nuestro patrio idioma demuestra su infinita riqueza es en su profusión sinonímica. La viveza e inventiva hispánicas no parecen tener límites a la hora de sinonimar o de buscar un eufemismo con el que referirnos a algo sin delatar la crudeza de lo referido.
Y un perfecto ejemplo de esta riqueza se encuentra en la cantidad de acepciones que nominan y sinoniman al que, dicen algunos, es el oficio más antiguo del mundo. Se cuenta que el origen de la palabra ramera data del siglo XII, cuando estas mujeres llamaban la atención sobre su ocupación colocando ramos de flores en sus balcones y puertas, actuando así de reclamo para potenciales clientes. Otro posible origen data del Madrid del siglo XV, donde las mujeres que comerciaban con su cuerpo fingían ser vendedoras de ramos de flores. De una u otra forma, lo cierto es que esta palabra cuenta con un bien surtido número de sinónimos, algunos de los cuales ofrecemos a continuación, en riguroso orden alfabético:
-Barragana
-Buscona
-Coima
-Cortesana
-Cualquiera
-Fulana
-Furcia
-Golfa
-Hetaira
-Lumi (según Ramoncín)
-Mantenida
-Meretriz
-Mesalina
-Pelandusca (o pelandrusca)
-Pilingui
-Pingo
-Prostituta
-Pupila
-Turra
-Zorra
-Zurrona

Y qué decir de expresiones eufemísticas de tanto ingenio como, por ejemplo, "señoritas que fuman", "chicas alegres" o "mujeres de la mala vida".

Mención merecen también los bellos y rancios vocablos que designan las instalaciones habilitadas para el intercambio carnal de pago, como prostíbulo, burdel o lupanar, y la elegantísima expresión casa de lenocinio. Nada que ver con el vulgarísimo vulgarismo "puticlub", que si bien goza de cierto gracejo cañí y kitsch, es de una inmensa tosquedad que se aleja de nuestros rancios y gentiles modos.

Así pues, solo nos queda recomendar a nuestra distinguida audiencia que a la hora de mentar a la madre de un interpelado, quizá en alivio de algún agravio, sean imaginativos.

martes, 14 de febrero de 2012

El hortera en nuestros dias



Seguro que nuestros rancios lectores y lectoras se han dado cuenta. Baste echar un vistazo a las aulas de los institutos y universidades, a los locales de ocio juvenil y no tan juvenil. Los hay de toda índole:

Aquellos que con un estudiadísimo desorden combinan prendas inverosímiles y multitemporales, pareciendo que les hubiera caído encima el tendedero de sus abuelos. Los que empezaron siendo modernos y merced a la fantochería anglófila mutaron en hipsters.

O aquellos otros que no conocen más colores que el negro, ni más modus operandi que el exceso y el abarrocamiento, llegando a parecer murciélagos haciendo la comunión. Esos góticos, pálidos como nalgas de germano imberbe.

Y ésos otros, amantes de la joyería áurea y desmesurada, de las prendas ajustadas y/o el chándal de marca, peinados con una suerte de diadema capilar que otrora conocióse como "pelo cenicero". En mis mocedades los conocía como bakalas, y en la actualidad han mudado a canis, poligoneros y amantes del tunning, que no es sino un anglicismo para denominar al enjaezamiento suprahortera de carruajes a motor.

Y mis queridos heavys, melenudos cervezófilos, "coleguillas" del Maligno, asiduos practicantes del noble deporte de gesticular solos de guitarra con los ojos cerrados conocido como air guitar. Su uniforme de gala, a lucir en, por ejemplo, un concierto de Barón Rojo, constaría de vaquero elástico, camiseta del conjunto musical idolatrado, chaleco vaquero multiparcheado estilo "hágalo usted mismo" y calzado a elegir: bota deportiva, tejana o militar, pero bota. Y aderezando, algo de ferralla: cadenas y muñequeras pinchudas.

Todos ellos (y muchísimos otros prototipos de espantajo que se quedan en el tintero) ponen especial cuidado en el atuendo, distintivo característico de la congregación a la que son fieles. Siguen ciegamente los dictámenes de la moda establecida para su "tribu social". Así, jamás veríamos a un heavy con gafas de pasta y chaqueta de lana, a un gótico con un pantalón blanco, a un cani con un collar de pinchos y los ojos pintados. Los modernos... bueno, ésos se ponen lo que sea.

En fin.

Son unos petimetres.

-Petimetre:

Persona que cuida demasiado de su aspecto y se preocupa en demasía por seguir la moda.

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Y como regalo a su fidelidad ofrecemos unos cuantos sinónimos, para que a la hora de calificar a estos especímenes no queden nuestros lectores parcos en apelativos:

Figurín.

Lechuguino.

Pisaverde.

lunes, 16 de enero de 2012

Vos a la berza. Etimología oprobiosa (II)



Se hallan por doquier, queridos lectores y lectoras. Pueblan lo ancho, alto y profundo del globo terráqueo. Sin ser estadístico ni pretenderlo, me atrevería a decir que interactuamos al menos una vez al dia con uno de ellos. Nos los encontramos en la misma consulta del médico, a veces incluso ejerciendo de galeno. O en la pescadería sirviéndonos un rodaballo fresco. O tras el mostrador de la caja de ahorros pertinente, guardián de nuestros pecunios.
Y en la carretera. ¡Oh si, amigos! La carretera parece uno de los medios naturales de estos especímenes, que ahorran sus esfuerzos obviando el uso del intermitente, que se incorporan cuando y como dictan sus menguadas gónadas, practican la hípica con cualesquiera señales de advertencia y se comunican con el exterior a base de pitidos y simiescos aspavientos.
Y qué decir de la clase política, se halla enteramente tomada por esta ominosa fauna. Discursos vacuos, contradicciones indecorosas, demagogia de manual y declaraciones nacidas de la abyecta ignorancia y defendidas con la ignorancia abyecta de un primate pueblan todos los colores del espectro político que padecemos.
Señores y señoritas, nos referimos a los:

-Berzotas (o berzas)
persona ignorante o necia.


Uno de los posibles orígenes de este hermoso vocablo pudiera estar en el refrán del siglo XVI "Vos a la berza, y yo a la carne", siendo el berzas el que consiente en tomar la peor parte y dejar la mejor para otro, por lo que tambien se dice hacer el berzas el consentir el hombre el adulterio de la mujer, siendo así voz intercambiable con cabrón o cornudo. También se relaciona con la expresión agrícola estar en berza, refiriéndose a cultivos aún tiernos, y denotando inexperiencia y torpeza.
Los madrileños, en época de la francesada, ridiculizaban a Murat, representante de Napoleón en España, llamándole El Berzas, pervirtiendo así el título que éste poseía, el de Gran Duque de Berg.


No escatime el lector audacia y elegancia cuando dé de bruces con un berzotas. Hágale saber que lo es y regálele, si es menester, algún que otro sinónimo:

-Memo
-Inepto
-Zopenco
-Majadero
-Ceporro

Sólo por citar algunos.

martes, 20 de diciembre de 2011

De oquedades y redondeces


El ser humano, en concreto el masculino, desde los albores de su existencia ha cultivado una especial afección por esa parte carnosa y curvilínea del reverso de sus congéneres femeninas. Desde las paleolíticas venus esteatopígicas, pasando por Rubens y sus redondeces pictóricas, hasta la misma invención del tanga, ha sido auténtica idolatría la que el hombre ha profesado por, sí amigos, el culo.

Y en este hispánico terruño, con la desbordante imaginación que nos es inherente, hemos encontrado variadas y a veces hilarantes formas de referirnos a él. Así el culo puede ser, por ejemplo:

-Trasero (muy técnico y aséptico, quizá)
-Pandero (festivo y musical)
-Pompis (propio de párvulos y señoras que no dicen palabrotas)
-Bullarengue (rimbombante, sonoro e hilarante)

También hablando de las dos mitades de que se compone un culo encontramos gran riqueza sinonímica. Nos referimos a las nalgas, a las que también podríamos llamar:

-Asentaderas
-Ancas
-Cachas
-Posaderas

Y por último, Don Francisco de Quevedo y Villegas, en su pequeño ensayo de anatomía "Gracias y Desgracias del Ojo del Culo", (cuya lectura recomendamos encarecidamente), nos deja una denominación para las nalgas que por su elegancia y alta procedencia no podemos pasar por alto. Las denomina "Antífonas", nombre gravísimo y latino.

Proponemos a los rancios lectores y lectoras que dejen volar su imaginación y encuentren, merced a símiles poéticos e ingeniosas metáforas, sus propias nomenclaturas para referirse a tan bella zona de la anatomía. Siempre en aras de la plasticidad lingüística y sin caer en la bellaquería y en lo soez, que dado el asunto es muy fácil dejarse llevar.

Así pues, pellizcos en las antífonas a todas.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Neologismos foráneos




Últimamente, amigas y amigos, parece que el neoespañol se avergüenza de serlo. Y a veces es comprensible, porque resulta un ominoso agravio compartir origen, nacionalidad y espacio vital con determinados especímenes que dejan sueltos por ahí sin bozal ni correa. Pero no nos pongamos fasciosos ni filonazis porque precisamente por ahí no van las lides ni éste es lugar para ello.

Lo que su humilde servidor de ustedes quiere advertir es la invasión, infección viral diría, de nuestro bello idioma por vocablos de lenguas foráneas, exóticas y de ultramar, sí, pero que nada tienen de nuestra riqueza ni sonoridad y, para más dislate, se escriben de una forma y se pronuncian de otra.

Y los usamos. Por San Pantaleón que los usamos. Con ínfulas de cosmopolita y maneras de pisaverde descolgamos anglicismos aquí y allá para modernear ante nuestras amistades, obviando e incluso ignorando que tales conceptos ya existían en castellano, y expresados por términos de singular gallardía y donosura.

¿Ya no se usa la palabra "aficionado"? Ahora todo lo no profesional lo solucionamos adjetivándolo de "amateur" y nos quedamos tan anchos y afrancesados. ¿En qué momento de nuestra historia reciente murieron todas las fiambreras, tarteras y fresqueras para dar paso a los modernérrimos "tupper-wares"? ¿A qué arquitecto tiralíneas de pacotilla se le ocurrió quitar los vestíbulos, zaguanes, antesalas y recibidores de nuestras casas para cambiarlos por el "hall", sajón, antipático y monosílabo? ¿Es más efectivo salir a correr si en lugar de eso mismo lo que haces es "footing" o "jogging"? Incluso el deporte del balompié, que en este país mueve torrentes de dinero y riadas de fanáticos descerebrados, contaminóse otrora del anglosajón "football", que fue filtrado al castellano resultando "fútbol", sin que aquí se advirtiese que a ese mismo deporte ellos le llaman "soccer".

Lectora y lector, ustedes como yo bien saben que esto es imparable, que de aquí a poco hablaremos una suerte de cambalache anglo-hispano plagado de palabrejas feas, sin gracia ni sustancia, en una orgía absurda de consonantes. Pero, por lo menos, al oir uno de estos adefesios lingüísticos nos quedará el desahogo de estampar a nuestro interlocutor un rancio calificativo como es:

-Fantoche
1, mamarracho, persona muy ridícula. 2, persona muy presumida.

Y que podemos sinonimar con:

-Fatuo
-Alabancioso
-Farolero
-Petulante
-Fachendoso