miércoles, 3 de julio de 2013

Legados ancestrales. Doña Bernarda.



La falta de seriedad, amigos. Cual si la nación estuviérade regida por eunucos con ínfulas de bufón que hacen de la regiduría una chanza sin gracia, un chascarrillo inane y de mal gusto. Es difícil evitar la sensación de que el país, y el orbe todo, hubieran caído en manos de una caterva de simios beodos, torpes bestezuelas que desde lo alto de una rama, aprovechando su privilegiada situación, esparcieran sus desechos sobre los habitantes del suelo en una suerte de diluvio de excrecencias e inmundicias corporales celebrándolo además con sonoras risotadas y nerviosos palmoteos. Saben ustedes a lo que me refiero: apariciones ectoplásmicas para dirigirse a la ciudadanía, explicaciones ozorianas sobre lo oscuro de ciertos procederes, encomendaciones a poderes mitológicos e ídolos de carpintería, bravuconadas propias de la pubescencia y, en fin, tropelías de todo calibre, choriceos, amiguismos, sobres bajo mano y postura del egipcio. Qué les voy yo a contar.

Este país se ha convertido en el coño de la Bernarda.

Se dice de algo que es el coño de la Bernarda cuando es un lugar disparatado, tumultuoso, estrepitoso, sin orden, donde todo el mundo mete la mano y actúa caprichosamente y sin decoro ninguno.

Es ésta una expresión que, si bien rayana en lo soez, resulta de muy rancia enjundia, jacarandosa sonoridad y amplia aceptación en cualesquiera estamento social. Así como en otra ocasión comentamos en estas páginas el origen de la interjección caramba y su relación con la historia de una excelsa dama, indagaremos hoy sobre esta otra expresión protagonizada por su pertinente fémina. Así pues, ¿quién fue la ínclita Bernarda y por qué su feminidad adquirió tal renombre?

Los eruditos, quienes quiera que éstos sean, apuntan diversos orígenes. Uno de ellos nos remite a la ignota provincia de Ciudad Real, región manchega donde las hubiérade y terruño natal del que suscribe y os escribe, donde al parecer una tal Bernarda ejercía desde una covacha la curandería y la sanación milagrera mediante alguna suerte de imposición de manos pero sin usar las manos. Se conoce que su frondosidad bajoventrina era milagrosa y curaba animales enfermos y concedía gracias y dádivas a aquel que pusiera su mano en ella, o dentro, por lo que dicha cavernosidad debía estar muy concurrida. Hasta tal punto era milagroso su sexo que por lo visto lo encontraron incorrupto una vez finada la tal Bernarda.

Otro posible origen nos lleva más al sur, a Sevilla en concreto, donde la Bernarda no era hechicera sino mesalina (ya saben, profesional de lo lúbrico), y prestaba sus carnales servicios a todo el Tercio de Regulares durante la Guerra de África. Debió ser tal su actividad profesional que la fama de Bernarda y su transitada rendija trascendió el ámbito local y, merced a este supuesto origen, daría lugar a la expresión hoy conocida.

Un tercer posible origen localiza la historia sin salir de lares andaluces, esta vez en Granada. Quizá sea ésta la historia más documentada, pues si el lector buscare en los procelosos mares internáuticos encontrare un asaz pormenorizado relato, que no es sino una creación literaria del escritor granadino Manuel Talens.

Se nos cuenta en este relato que la Bernarda granadina, al igual que la ciudarrealina, era algo así como hechicera. Supuesta hija natural de un rey moro y criada a caballo entre el cristianismo y el islam, lo mismo te recitaba la Biblia que el Corán. Se cuenta que una noche recibió la visita de un noble local que, azorado por un sueño que había tenido, iba a pedirle consejo. En el sueño veía a sus conciudadanos sufrientes y hambrientos, y los campos pelados y baldíos, y cómo el mismísimo San Isidro Labrador se le aparecía en mística parafernalia recitando lo siguiente: “San Isidro Labrador, quita lo seco y devuélvele la verdor”. La Bernarda, sorprendida, le contó al noble un sueño que tuvo ella una noche en la que se acostó apesadumbrada por haberse dado a los demás sin haber tenido ocasión de concebir retoños, porque, según ella, “no es buena la mujer de cuyo figo non salen fillos”. En el sueño se le presentaba también San Isidro, esta vez en su dormitorio, donde procedió a meter la mano en el higo de la Bernarda, la cual de arrobamiento y gozo entendió la expresión “tener mano de santo” en una nueva dimensión, y al tiempo que hurgaba susurrábale el mismo cántico: “San Isidro Labrador, quita lo seco y devuélvele la verdor”. Tras esto marchó el noble igual de azorado que vino, pero lo cierto es que al poco las cosechas se sucedieron copiosas, y el noble, religioso él, atribuyó la prosperidad a la raja bendita, la cual fue adquiriendo tal fama que ya todos en el pueblo se llegaban a la Bernarda a tocarle la intimidad y “por doquiera la abundançia manaba: las mulleres daban fillos sietemesinos fuertes como cabritillos, y las guarras parían cochinillos a porrillo, las cosechas se multiplicaban y hasta las gallinas empollaban ovos de siete yemas”. Todo fue prosperidad hasta la muerte de Bernarda, tras la cual la desgracia se cebó inmisericordemente con la localidad. Terremotos, campos yermos, abortos en las mujeres y el ganado, toda suerte de desdichas se cernían sobre el pequeño villorrio. Hasta que, una noche, una vecina que se ocupaba en llorar ante la tumba de Bernarda vio unas luminarias sobrenaturales que salían del sepulcro y, entre el asombro y el acongoje, partió rauda a relatarle el hecho al párroco local. El sacerdote decidió exhumar el cuerpo de la curandera y, oh sorpresa, encontró incorrupto el figo, “rojo y húmedo qual breva”, y procedió a hacer del despojo reliquia sacra y a colocarlo en áureo relicario en la capilla del pueblo, devolviendo así la prosperidad y abundancia a todo aquel que tuviera contacto con él.

Escojan ustedes, querida membresía, el origen que prefieran, y recuerden a Bernarda y a su santa rendija con la devoción que sin duda merecen.

4 comentarios:

Unknown dijo...

La chotera de la Bernarda
El chotis de la Bernarda
El coñamen de la Bernarda
La covacha de la Bernarda
La topera de la Bernarda... (mejor paro)

¿¿¿¡¡¡Pero la rendija de la Bernarda!!!???

Me quedo con el miedo que me da pensar en algo necrado pero rojo y húmedo qual breva...

Mudo dijo...

Plas, plas, plas.

No es lo mismo, pero se parece algo en significado y mención sin melindres de órganos genitales: En el sur, cuando las cosas de hacen de cualquier manera, sin cuidado, sosiego ni reflexión, se dice que se están haciendo "a lo tío cipote"

Anónimo dijo...

Había un grupo de punk cutrillo que se llamaba así "El coño de la Bernarda".

Hombre Malo dijo...

Kriskros: sabe usted bien que aquí procuramos elegir un lenguaje esmerado y, sí, porqué no, a veces melindroso. Eso sí, permítame alabar (¡alabín, bon, ban!) su gran profusión de sinónimos y eufemismos.

Lo de "chotis" no puedo evitar que me evoque la celebérrima danza castiza.

Mudo: grandísima aportación la suya, que complementa el uso que de la palabra "cipote" hacemos en La Mancha, más concretamente en Tomelloso y localidades circunvecinas. Es éste un palabro rudo pero de orígenes arcanos que siempre he querido analizar. Es muy posible que su contribución inspire la próxima entrada. Agradecido (y emocionado).

Aí Dadá: Seguro que siendo un conjunto de punk cutrillo hacían honor a su nombre y sus galas eran un sinfín de despropósitos. Encantadores. Lo raro es que escribieran coño con "c" y no con "k".